“Al erotismo hay que conocerlo, estudiarlo, aceptarlo y practicarlo”
-David Barrios Martínez
Desde etapas tempranas solemos escuchar mencionar por nuestros padres o tal vez por otras personas cercanas a nosotros lo que debemos pedir o esperar de una persona en el aspecto sexual.
Nos mencionan que debemos elegir a la persona “adecuada” para tener relaciones coitales, que se debe considerar que esa persona sea alguien especial, sin tomar en cuenta lo que cada persona quiere o necesita.
Puede resultar impresionante que “el príncipe azul” aun exista en la expectativa de hombre perfecto para una mujer, y cuando se enfrentan a la realidad se dan cuenta que el sapo que esperaban besar para convertirse en príncipe, resulta ser de forma contraria, el príncipe que conocen al principio al besarlo se convierte en el sapo que tanto quieren repeler.
Por otro lado, los hombres mantienen la idea de que existen dos clases de mujeres: “las buenas” que son dignas, decentes y merecedoras de ser amadas y respetadas por ellos y por las personas que estén a su alrededor, y “las buenotas” que en el fondo son malas por el hecho de permitirse disfrutar el placer erótico, para tomar el papel de una pareja ocasional o amante en la vida de ellos.
Todas estas ideas han sido aprendidas a lo largo de la vida por medio de la enseñanza que dan los padres de familia dando pie a una doble moral: si es mi hija, la defiendo y exijo se le respete aun siendo una “buenota”, pero si no lo es y por el contrario es la mujer que mi hijo a elegido para estar con él, no se lo merece y debería buscar a una mujer que sea “de su altura”.
Esto ha ocasionado que conforme pasa el tiempo, se tenga una perspectiva diferente de lo que se puede esperar de una relación, ya sea de noviazgo o de pareja, influyendo por ende a las relaciones coitales de forma directa.
La primera de un individuo, por ejemplo en las mujeres, se espera vivir de forma lenta y delicada, funcionando como un complemento de una relación afectiva, la mejor conocida como “la prueba de amor”. Que debe incluir palabras amorosas, caricias tenues, besos, tocamientos pasionales, un coito cadencioso y exquisito.
Mientras que los hombres manejan un impulso erótico ansioso y con posibles caricias toscas, se hace un cambio entre palabras por chupetones, un contacto sutil por un apretón de pechos o un beso profundo por la inserción de los dedos en la vagina. (Todo esto tomando en consideración que la mujer sea buena o buenota).
Una relación común es al estilo de los hombres, que son impuestas por ellos y aceptadas por ellas posiblemente por sumisión, por preferir una caricia brutal a la indiferencia total de un hombre hacia ellas.
Una persona puede acceder a una forma madura de amor si ha conseguido configurar sólidamente su propia identidad, conservando la individualidad.
Es por eso que se debe tener el conocimiento total de lo que una persona quiere o busca en el otro, y sobre todo de conocerse y aceptarse tal cual son, esto para evitar el conformismo en una relación y verlo como algo placentero y que puede disfrutarse plenamente.
La educación comienza desde casa y debemos poner atención a ese aspecto y no educar para evitar, sino para disfrutar, mediante el cuidado, el amor, la paciencia, la comunicación y empatía.
Elaborado por: Solorio Cárdenas Elizabeth
Referencias:
-Barrios, D., (2005), En las alas del placer, México, D.F., ed. Pax México.
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